Niños y mascotas: cómo favorece el desarrollo emocional y la responsabilidad infantil

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La convivencia con una mascota puede ser una fórmula poderosa para potenciar cualidades positivas en los niños. Diversos estudios y especialistas han identificado múltiples beneficios al involucrar a los pequeños en el cuidado de un animal, siempre y cuando se trate de forma responsable y bajo supervisión adecuada.

Responsabilidad y disciplina

Tener una mascota obliga al niño a asumir tareas concretas como alimentarla, limpiarla o sacarla a pasear. Esta rutina desarrolla disciplina, sentido del deber y habilidades organizativas desde temprana edad. Conforme crece, los pequeños pasan de ocuparse de actividades simples —como llenar el bebedero— a otras más complejas, como bañar al animal o organizar visitas al veterinario.

 Empatía y bienestar emocional

El contacto diario con una mascota enseña a los niños a interpretar señales no verbales —una necesidad de compañía, un gesto de afecto—, fortaleciendo su empatía. Además, numerosos estudios relacionan la interacción con animales con reducción del estrés, ansiedad y fomento de la autoestima, incluso en menores con necesidades especiales.

Mejora física y social

Jugar con una mascota favorece el ejercicio físico: correr, pasear o simplemente moverse estimula la salud en los niños. De igual forma, las mascotas actúan como catalizadores sociales: ayudan a los pequeños a interactuar y comunicarse, mejorar su sociabilidad y generar seguridad al sentir compañía.

Higiene y educación

Las mascotas son también aliadas para enseñar higiene y autocuidado. Los niños aprenden a asear al animal, limpiar espacios y lavarse las manos tras interactuar, reforzando hábitos de higiene personal que pueden extenderse al ámbito familiar.

Precauciones y supervisión

Sin embargo, la convivencia con animales demanda responsabilidad y vigilancia adulta. Antes de integrar una mascota al hogar, los padres deben evaluar factores como espacio, tiempo, recursos y salud familiar. También es esencial que se instruya a los niños sobre el respeto al espacio del animal, reconocer señales de incomodidad y evitar maniobras inapropiadas  como tirar de la cola o interrumpir su descanso.

Los menores no deben quedarse solos con las mascotas, especialmente perros, ya que las mordeduras son más comunes de lo que se cree. Es vital enseñarle a comprender el lenguaje corporal del animal y a interactuar con suavidad.

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