El mole es uno de los platillos más emblemáticos de México y se ha convertido en un rico y exótico manjar por toda su historia y por el arte que lleva su preparación.
La palabra mole proviene del vocablo náhuatl “molli o mulli” que significa salsa; su proceso culinario inicia en la época prehispánica donde se encuentra una amplia variedad de alimentos elaborados con diferentes tipos de salsas que tienen como ingrediente principal la mezcla de chiles, pero se perfeccionó en la época Colonial.
Su elaboración, como lo conocemos actualmente, tiene varias versiones, pero hay dos que sobresalen y se ubican en Puebla en el siglo XVII, una dice que fue creado por sor Andrea de la Asunción, la otra le da el crédito a un monje cocinero de nombre fray Pascual; ambos tenían la encomienda de agasajar a virreyes, lo cual lograron y recibieron sin fin de elogios.
ELABORACIÓN DEL MOLE
Para elaborarlo se necesitan ingredientes esenciales que sin ellos simplemente el sabor no sería el mismo. Un ejemplo son los chiles, pues el mole tradicional lleva una gran variedad de este picoso componente, como el chile pasilla, morita, chipotle, mulato y chile ancho.
Cabe mencionar que todos ellos pertenecen a la familia de chiles secos en donde México destaca con una producción de más de 87 mil toneladas en todas sus variedades.
Además de contar con los chiles como ingrediente base, también se necesitan el jitomate, el chocolate, cacahuate y algunas especies como clavo de olor, canela, etc.
TIPOS DE MOLE
Existen diferentes tipos y uno de los más exquisitos es el poblano. Los expertos calculan que en México hay otros 50 tipos, entre ellos el blanco, el mancha manteles, el almendrado, el mole de olla y el prieto.
Sin duda existen muchísimas opciones pero las que más destacan son:
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Poblano
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Verde
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Manchamanteles
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Negro
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Mole de Xico
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Amarillo
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Chichilo
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Mole de San Pedro Atocpan
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Prieto
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Blanco o de novia