El hábitat del elefante africano, el animal terrestre más grande del planeta, se extiende por la región subsahariana del continente: desde Moundou, en Chad, hasta Pretoria, en Sudáfrica. Esta última ciudad, ahora, ha sido escenario de una excelente noticia para el mundo de la conservación: el Jardín Zoológico Nacional ha decidido dejar en libertad a su último elefante, y con ello, cerrar definitivamente la exhibición de estos animales.
Se llama Charley, tiene 42 años y ha pasado 40 de ellos en cautividad, hasta convertirse en el único elefante vivo que quedaba en el zoológico sudafricano. Todas estas condiciones hicieron que, en 2023, la Fundación EMS y otras organizaciones animalistas solicitaran formalmente el traslado del gigante a un espacio donde pudiera «jubilarse» adecuadamente.
Ahora, por fin, las peticiones han dado sus frutos y Charley se prepara para un nuevo comienzo: aunque en primera instancia la propuesta fue proporcionarle más compañeros, finalmente el Instituto Nacional de Biodiversidad de Sudáfrica (SANBI, por sus siglas en inglés), entidad que gestiona el parque, ha aprobado su reubicación en la Reserva Privada Shambala, en el mismo país, donde «se espera que se integre con el resto de la manada residente».
Siendo el último elefante del Zoológico Nacional de Sudáfrica, las autoridades por fin deciden liberarlo
Fue separado de su familia en el desierto de Zimbabue cuando tenía unos dos años. Sus captores lo vendieron al circo Boswell Wilkie en 1984, donde lo utilizaron para realizar trucos de circo ante espectadores boquiabiertos. En 2001, lo trasladaron al zoológico de Pretoria, donde ha permanecido desde entonces.
No es solo una cuestión de devolverle un espacio físico; es una cuestión de restaurar su dignidad y permitirle experimentar una vida que se asemeje más a la que habría tenido en la naturaleza. Al liberar a Charlie, no solo toman una decisión ética, también fomentan la conservación y el equilibrio de los ecosistemas que estos animales ayudan a mantener.
Especialistas y activistas de diferentes países enviaron cartas a la entonces ministra de Medio Ambiente, Barbara Creecy, solicitando que Charlie fuera trasladado a un santuario. La primera respuesta de las autoridades sudafricanas fue que le proporcionarían más compañeros, pero finalmente aceptaron llevarlo a un santuario de 10.000 hectáreas.
La vida, nos enseña que las almas son libres, sin esclavas, sin ataduras y sin jaulas, que un alma libre es un reflejo de felicidad, pues puede elevarse por encima de las propias barreras y vivir libre de limitaciones.
La historia de Charlie, el elefante nos deja con la esperanza de convertir más experiencias como la suya en oportunidades de liberar sus almas.