El tabú en torno a la muerte hace que sea mucho más difícil hablar sobre ella con los niños. A veces se subestima la capacidad de comprensión de los más pequeños; en otras ocasiones, lo que frena a los adultos son sus propios miedos.
La muerte es prácticamente un tabú y se vive de espaldas a ella hasta que se presenta y ya no es posible seguir ocultándola. No es de extrañar que a los padres les cueste tanto hablar de este tema con sus hijos. Sin embargo, es algo que en un momento u otro va a surgir, por el fallecimiento de un familiar o porque los niños empiecen a ser conscientes de su propia mortalidad.
Si son los propios adultos los que quieren desterrar la muerte porque la rechazan y temen, ¿cómo no les va a costar hablar de ella con los más pequeños? La intención es buena: protegerlos frente al sufrimiento. Sin embargo, esta actitud bienintencionada parte de una creencia errónea: que los niños carecen de herramientas cognitivas para entender la muerte. De hecho, a veces son capaces de asimilarla de una forma más serena que los adultos.
¿Cuándo empiezan a entender la muerte los niños?
Queda claro que hay que hablar de la muerte con los niños; el siguiente paso es determinar cuándo y cómo. Lo primero que hay que tener en cuenta es cómo la entienden y asimilan en función de la edad que tengan, con el fin de proporcionarles la información que necesitan en cada etapa de la infancia.
El proceso de comprensión de la muerte a medida que un niño avanza en su desarrollo cognitivo: Primero sabe que existe, pero no lo ve como algo universal y lo considera reversible; conforme crece, va entendiendo que todos los seres vivos mueren y es un proceso irreversible, pero aún no lo concibe como algo que le vaya a pasar a él o ella; a partir de los 10 años y, sobre todo, en la adolescencia, ya empieza a comprender en toda su plenitud lo que significa la muerte y se hace preguntas más filosóficas.
Cuándo y cómo hablar de la (propia) muerte
No es necesario esperar a que los niños planteen preguntas para hablarles de la muerte. Es bueno que nosotros también tomemos la iniciativa para explicarles ese proceso, que el sufrimiento también forma parte de la vida y que la muerte es una parte esencial de nuestra existencia. Asimismo, se puede aprovechar para abordar el tema cuando muere alguien cercano o después de ver una película en la que se produce algún fallecimiento; teniendo siempre en cuenta el nivel cognitivo de cada niño para adaptar el lenguaje. No es lo mismo hablar con un niño de 10 años que con uno de 5; este último, por mucho que se lo queramos explicar; no va a entender bien que la muerte no es reversible, pero sí podemos ir introduciendo otros conceptos.
las siguientes pautas para acompañar a los más pequeños ante el miedo a la muerte, tanto la propia como la de un ser querido:
- Aceptar la normalidad de la pérdida, ya que forma parte de la vida.
- Experimentar los sentimientos: todos, pequeños y mayores, debemos poder expresar el dolor y el miedo, y una manera de hacerlo será a través del llanto. Tenemos que facilitar la expresión emocional y que además podamos hablar sobre ello.
- Acompañar al menor para que entienda las consecuencias de la pérdida y que se readapte a su entorno.
- Ayudar al menor a generar nuevas relaciones y significados, es decir, que mantenga y establezca nuevas relaciones afectivas, y a su vez, que aprenda a recolocar a la persona que ya no está como consecuencia del fallecimiento en su nueva etapa.
- Invitarles a tener una mente mindfulness, focalizada en el aquí y ahora, para no ocuparse y preocuparse en pensar sobre aquello (en este caso la muerte) que muy probablemente tardará muchísimos años en llegar, y centrarse en disfrutar y vivir lo que ahora ocurre.
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