Los cereales constituyen la base de la alimentación humana. Aunque en su inmensa mayoría son gramíneas, como el trigo, el centeno, la avena, el arroz, la cebada, el mijo, el maíz y el sorgo; existen especies de otras familias, este es el caso del alforfón o trigo sarraceno, que pertenece a la familia poligonáceas.
Los cereales cultivados proceden de semillas de especies silvestres de gramíneas que los hombres prehistóricos recolectaban en su estado natural. En la actualidad existen todavía grandes espacios, fáciles de explotar, en los que se pueden encontrar extensas poblaciones de una sola especie, trigo silvestre por ejemplo.
El hombre, poco a poco, ha aprendido a seleccionar los granos más productivos y a mejorar los rendimientos del cultivo. Hasta el siglo XX, la hibridación fue el único medio utilizado para hacer más productivas las variedades existentes.
En la actualidad, las posibilidades han aumentado de manera notable gracias a las nuevas técnicas de la manipulación que permiten obtener nuevas variedades que, además, son resistentes a los herbicidas químicos que se utilizan para eliminar las malas hierbas de los campos de cultivo.