
En un mundo que exige cada vez más velocidad, desempeño y resultados, muchas mujeres se ven enfrentadas a un dilema cotidiano: ¿cómo equilibrar la maternidad, la vida profesional y el cuidado de sí mismas sin caer en la autoexigencia desmedida ni perder el sentido de propósito? En esta encrucijada moderna, el coaching emerge como una poderosa herramienta para reconectar con la propia esencia y construir, paso a paso, una vida con mayor sentido y armonía.
Mag. Ayarí Dubraska Contreras, coach ontológico certificada por la Federación Internacional del Coaching (ICF), ofrece una visión profunda y empática sobre cómo el coaching puede ser un aliado clave en este proceso. Desde su experiencia como mujer, madre y profesional, comparte cinco distinciones fundamentales que permiten a otras mujeres reencontrar el equilibrio tan anhelado.
1. La agilidad del aprendizaje
Aceptar que sabemos poco sobre el mundo no es una debilidad, sino el inicio de una poderosa transformación. La disposición constante a aprender abre puertas al conocimiento, al desarrollo de nuevas habilidades y a relaciones más significativas. Esta apertura mental fortalece el equilibrio entre el ser y el hacer, y permite adaptarse con mayor fluidez a los cambios personales, familiares y profesionales.
2. La importancia del SER
¿Quién quieres ser? Esa es una pregunta esencial en la práctica del coaching. Cuando una mujer se alinea con su propósito de vida —ya sea a través del concepto japonés de Ikigai o mediante la autoexploración consciente—, se fortalece su capacidad de tomar decisiones que le aporten plenitud y coherencia. El SER no solo guía el hacer, sino que lo ilumina.
3. Gratitud y reconocimiento
Muchas mujeres viven con un alto nivel de autoexigencia que puede derivar en culpa, agotamiento y desvalorización. La gratitud hacia sí mismas y el reconocimiento de su esfuerzo cotidiano son pasos clave para abrazar la propia historia, soltar el perfeccionismo y avanzar con mayor compasión. Esta práctica se traduce en relaciones más saludables, conversaciones más asertivas y una mayor conexión con sus logros y aprendizajes, no solo con sus metas.
4. La empatía como motor de conexión
La empatía no se limita a “ponerse en los zapatos del otro”; va más allá. Implica reconocer la humanidad en uno mismo y en los demás, entender las historias que forman a cada persona y abrir un espacio de respeto y colaboración. Cuando una madre se trata con empatía —reconociendo sus emociones, desafíos y logros— está más preparada para relacionarse desde la comprensión, tanto en el entorno familiar como en el laboral.
5. La calidad de nuestras conversaciones
El equilibrio también se construye en las palabras que decimos, y sobre todo, en las que nos decimos a nosotras mismas. Las conversaciones internas y externas determinan la calidad de nuestras relaciones y del entorno emocional que habitamos. El coaching enseña a tener conversaciones más conscientes, a prepararse emocionalmente para diálogos difíciles y a comunicarse con claridad, empatía y autenticidad.
Elegirse cada día
En el marco del Día de las Madres, esta reflexión cobra especial fuerza. Ser mamá, mujer y profesional no tiene por qué ser una carga; puede convertirse en una danza armoniosa si se cuenta con las herramientas adecuadas. El coaching no ofrece respuestas mágicas, pero sí caminos sólidos para volver a habitarse con amor, intención y presencia.
Cada día es una oportunidad para elegirnos, reconocernos y construir un equilibrio más genuino. Porque cuando una mujer se da el permiso de ser, todo comienza a alinearse.