CES ha sido durante mucho tiempo una plataforma de lanzamiento para la innovación y la tecnología de vanguardia. Sin embargo, en el evento de este año hubo un vacío notorio: la casi ausencia de tecnología sexual. A pesar de ser una industria que atiende a una experiencia humana universal, la tecnología sexual siempre ha tenido una asociación incómoda con CES.
Este año, su notoria ausencia plantea la pregunta: ¿Por qué todavía nos resistimos tan mojigatamente a integrar tecnología e intimidad?
En 2019, la tecnología sexual tuvo su momento principal en el CES cuando la empresa de tecnología del placer Lora DiCarlo ganó un premio a la innovación, solo para ser rescindido y luego restablecido después de una reacción generalizada. (Más tarde cerró). Esta controversia puso de relieve la incómoda relación entre la industria tecnológica convencional y su prima más íntima.
Un avance rápido hasta 2024, y parece que CES ha logrado efectivamente expulsar a la industria de la tecnología sexual de sus salas de exhibición.
Ausencia casi total
Se buscaron empresas de tecnología sexual para hacer un resumen, y había pocas suficientes para reconocer solo una tendencia: no en la tecnología sexual, sino en la ausencia de ella. Una empresa se destacó: la empresa noruega Ohdoki, los creadores de The Handy y Oh!, lanzado en CES, fueron una presencia refrescante en el panorama tecnológico, por lo demás mojigato. Su stand estaba lleno de actividad, ofreciendo un marcado contraste con el evento en gran medida ausente de tecnología sexual.
No está claro si es el propio CES el que está tratando de reducir la cantidad de sensualidad en sus salas de exhibición: el programa en sí ha evolucionado mucho a lo largo de los años, y este corresponsal cree que es un alivio ver que las llamadas ‘chicas del stand’ son casi ausente: Un gran cambio con respecto a mi primer CES allá por 2007, donde había modelos con poca ropa por todas partes. Pero si bien celebro el destierro del sexismo (la cosificación de humanos en puestos no tendrá cabida en 2024), el sexo en sí debería tener un lugar en la lengua vernácula de la tecnología.
Resulta desconcertante por qué nosotros, como comunidad, seguimos borrando la sexualidad de la tecnología (cuando es una parte tan universal de la experiencia humana) hasta tal punto.